El agua da origen a la vida y la mantiene, se usa todos los días de forma individual, familiar y social; es un factor que regula el clima del planeta, permite la continuidad de los ecosistemas y, por ende, el de la humanidad. En términos prácticos, todos los productos de uso humano están en relación directa con el agua; su existencia determina la estructura y organización social en centros urbanos y rurales, por lo que la certidumbre sobre disponibilidad y acceso al recurso se convierte en un factor determinante para la sobrevivencia y convivencia pacífica.
Sin embargo, factores como el crecimiento de la población, el aumento de la actividad económica y los estándares de vida han conducido a un incremento en la competencia y en los conflictos relacionados con los recursos de agua dulce; particularmente, la región Valles presenta una situación crítica en cuanto al manejo de sus recursos hídricos, pues dos de sus cuatro acuíferos presentan un déficit acumulado de casi 14 millones de metros cúbicos de agua al año, lo que se relaciona con la sobreexplotación del recurso al utilizarse aguas subterráneas para regar los sembradíos de caña ubicados en los valles de Tala y Teuchitlán, además de los efectos directos que tiene la deforestación sobre la infiltración del agua de lluvia al subsuelo.
Una condición necesaria para el desarrollo de una sociedad estable está directamente relacionada con la capacidad de las instituciones para garantizar el acceso al agua y a su saneamiento, por lo que el reto que representa el manejo del agua exige actuar con una visión de largo plazo para evitar que las circunstancias inmediatas o los tiempos que marcan los ciclos de administración pública terminen por imponer sus urgencias. Por ello es importante gestionar procesos que promuevan el manejo y desarrollo coordinado del agua, la tierra y los recursos relacionados, con el fin de maximizar el bienestar social y económico resultante de manera equitativa sin comprometer la sustentabilidad de los ecosistemas vitales. Es por ello que la JIMAV representa esa instancia que articulará los diferentes niveles jerárquicos de administración para – desde una visión de cuenca hidrográfica –, crear mecanismos institucionales y participativos a nivel local que permitan la gestión integral del agua.